Hay un miedo que siempre aparece por delante del miedo a la muerte cada vez que se hace alguna encuesta al respecto: el miedo a hablar en público. Decía el actor y humorista Jerry Seinfeld que esto se aprecia bien en los funerales, donde el que peor lo pasa no es el que está en el ataúd sino al que le toca dar el discurso…
En su libro No miedo, Pilar Jericó nos recuerda que gracias al miedo seguimos vivos como especie, ya que nos proporciona una información muy útil, así que es hora de “aceptarlo y de mirarlo a los ojos”. Es curioso, como dice Pilar, que el mismo miedo que nos salva la vida es el que nos la hace más difícil en muchas ocasiones.
En este post vamos a centrarnos en la faceta “tóxica” del miedo (la de la supervivencia ya la conocemos) y cómo abordarla a la hora de hablar en público. Si queremos que alguien experimente el miedo, no hay nada mejor que ponerlos encima de un escenario ante unos cuantos cientos de personas.
¿Cómo podemos hacer para gestionar el miedo y sufrir lo mínimo en estas situaciones? Aquí van tres claves que pueden serte útiles:
1) Cámbiale la etiqueta. En primer lugar, llamemos a las cosas por su nombre:
En un estudio de la Harvard Business School, la profesora Alison Wood Brooks les dijo a sus estudiantes que en dos minutos tenían que dar un discurso en el auditorio donde les evaluarían y elegirían a los más convincentes. Justo antes de subir al escenario, les fue pidiendo que dijeran la frase “estoy tranquilo/a” (I am calm) y a la otra mitad, la frase “estoy entusiasmado/a” (I am excited).
La sola palabra “tranquilo/a” versus “entusiasmado/a” bastó para cambiar la calidad de sus discursos. Los que dijeron “entusiasmado/a” recibieron una puntuación un 17% mayor en persuasión y un 15% en autoconfianza que los que se dijeron a sí mismos “estoy tranquilo/a”. Además, los que dijeron “entusiasmado/a” se gustaron más sobre el escenario, durando 37 segundos más de media.
¿Por qué es entonces mejor que nos emocionemos más en lugar de intentar calmarnos?
Si estás a punto de dar una charla para cincuenta personas, de hacer el examen de las oposiciones, o de acercarte a hablar con quien has tenido un flechazo, decirte que te relajes es como querer frenar en seco un camión que circula a 90km/h, imposible porque ya vamos con inercia. Como dice el psicólogo Adam Grant, el miedo es una emoción intensa y por tanto, en lugar de suprimirla, es más fácil convertirla en otra emoción, igualmente intensa pero que nos empuja en lugar de pararnos.
Por tanto resulta paradójico pero lo mejor para relajarnos es precisamente no intentar frenar lo que sintamos y decirnos que si estamos nerviosos es porque nos importa lo que hacemos y centrarnos en los motivos que nos llevan a ir hacia delante (ej: el entusiasmo que nos da compartir nuestro arte/trabajo/pasión con los demás, la posibilidad de que le sea de utilidad a los demás, lo que nos hará crecer profesionalmente, etc.).
2) Construye en positivo. Para ello, oblígate a hacer todas las presentaciones que puedas. Los que se fueron ofreciendo desde pequeños ahora te llevan ventaja, pero la clave para cambiar esto es sencilla, ponerte a ello. La práctica y el entrenamiento sistemático nos harán apoyarnos en las experiencias positivas que hemos tenido y construir desde ahí. Y seguro que no será cómodo. Pero recuerda, si no te incomoda hacer algo, es que no estás aprendiendo.
3) Confía en tu verdad. Si has trabajo el conocimiento (la primera herramienta para gestionar el miedo, como dice mi querido Álvaro Merino), seguramente serás la persona que más sabe de lo que estás hablando en toda la sala. Si te crees tu verdad, si confías en lo que vas a transmitir, habrás recorrido la mitad del camino.
Para terminar, os dejo con un vídeo que refleja los dos lados del miedo de hablar en público (la parálisis inicial y la satisfacción que nos produce el vencerlo). Se trata del documental “Ten Meter Tower”, en el que un grupo de personas se enfrenta a la decisión de saltar o no desde un trampolín de diez metros. En él podréis ver sus miedos, reacciones… y os avanzo que los que saltaron, se fueron más felices de la piscina de lo que llegaron ;).
¿Saltamos?
Pedro Díaz-Ridao
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