Todos hemos estado alguna vez en una reunión o clase en la que una persona monopolizaba constantemente la conversación. Lo curioso es que nosotros no hemos sido nunca esa persona, ¿verdad? (ironía).
Participar no es sencillo porque requiere de la voluntad de compartir. Contribuir va un paso más allá, ya que requiere compartir y aportar.
Hay personas que participan mucho y no contribuyen nada (son los denominados acaparadores). Aunque requiere trabajo, es un perfil más fácil de gestionar que el opuesto, el perfil “desganado”, que ni participa ni contribuye. Y antes de criticarlos, primero debes preguntarte por qué no lo están haciendo y qué puedes hacer para cambiarlo.
Y cuidado, ya que hay personas que no participan nada y contribuyen mucho. Suelen ser personas introvertidas que son grandes observadores y que prefieren colaborar asíncronamente para tener más tiempo de preparar sus argumentos. Ej: la persona que no te dice nada en la reunión, pero 3 horas más tarde te envía un correo enorme con sus reflexiones.
El valor que aporta una persona en una reunión no es su participación, es su contribución.
La participación implica utilizar tiempo de los demás.
La contribución implica añadir valor a los demás.
Participar requiere de la voluntad de compartir.
Contribuir requiere de la voluntad de compartir y aportar.
La labor de un/a buen/a facilitador/a es visibilizar a los participantes comprometidos, enfocar a los acaparadores, dar espacio de reflexión a los colaboradores asíncronos y asegurarse de que todo el mundo es preguntado, ya sea de forma síncrona o asíncrona.
Y, no menos importante, las reuniones no son una demostración de competencia. Muchas veces participamos y no contribuimos porque pensamos que es necesario contar lo que estamos haciendo, ya que es la forma en la que los demás validarán nuestra competencia. Ni es necesario contar todo lo que hacemos, ni tenemos que aportar en todo. Reconocer cuando no tenemos nada que aportar es una señal de que hay confianza en el equipo.
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