La toma de decisiones continúa siendo para muchos una asignatura pendiente, principalmente porque requiere de dos factores (estudiados por autores como Ajay Agrawal) nada sencillos de controlar: la predicción y el juicio. O lo que es lo mismo, entender cómo nuestras elecciones pueden traer distintos resultados y cómo de deseables son dichos resultados.

Antes de tomar tu próxima decisión, echa un vistazo a estas cuatro claves:

1) Decide como si fuese la primera vez

En primer lugar, comprueba si decides condicionado/a por el pasado.

He aquí algunas situaciones comunes: “no puedo abandonar el emprendimiento que he creado (o mi relación de pareja) porque he invertido mucho esfuerzo”, “no me gusta mi carrera pero ya llevo un año así que voy a terminarla”…

Como argumenta Alfonso Alcántara en su libro #Superprofesional, “atender a los pensamientos negativos sobre el pasado o el futuro limita el presente”.

Si no quieres dejarte influir por las decisiones anteriores, cuando tengas que tomar la siguiente decisión, pregúntate lo siguiente: Si hoy fuera la primera vez que tuvieras que decidir sobre ese objetivo o proyecto, ¿lo emprenderías o lo rechazarías?

Así evitaremos la denominada falacia del costo hundido, que ya abordamos en este post.

2) Escucha tus tripas

Las tripas a menudo nos ayudan más que el cerebro y el corazón y además son más rápidas. Escucha tus tripas, esa reacción física del cuerpo ante una decisión inminente, ya que es una señal transparente de cómo percibimos la decisión que vamos a tomar. Las tripas son las que nos hacen emocionarnos al tirar una moneda al aire y las que nos mandan esa señal de que, aunque haya salido cara, lo que nosotros queríamos realmente es la cruz.

Al activar este mecanismo  aprenderemos a discernir entre el nerviosismo ante una decisión no deseada (ej: que nos manden a un destino que no queremos) y los nervios ante un proyecto que nos ilusiona mucho y a la vez nos asusta. A veces el efecto es el mismo (ej: sudor de manos, dolor de tripa…) pero la causa es distinta (ej: rechazo vs miedo al fracaso).

Por otro lado, no subestimes el poder de tu intuición, pero tampoco lo sobreestimes. Para grandes pensadores como Kant o Jung, la intuición es el conocimiento “a priori”, una herramienta fundamental para maximizar nuestro potencial que trasciende a la razón puesto que conecta nuestra mente subconsciente con la mente consciente permitiéndonos sacar lo mejor de nosotros, extraer toda nuestra creatividad.

3) Acepta las consecuencias de tus decisiones

Como comenta Álvaro Merino, “decidir es escoger y escoger es renunciar”. ¿Estamos dispuestos a aceptar que deberemos renunciar a ciertas cosas como peaje de nuestra decisión? Y, aún más importante, ¿estamos dispuestos a aceptar las consecuencias de esa decisión?

Algo que también debemos asumir es que todo proyecto tiene su ciclo.

Pregúntate qué es lo peor que podría pasar y trata de visualizar cómo sería tu vida con los distintos escenarios que se presentan. En palabras de Alcántara, “puedes equivocarte en una decisión, pero la peor decisión es vivir sin aceptar la equivocación”.

Y si surgen pensamientos negativos, la mejor receta contra estos es seguir con lo que estamos haciendo hasta que la voz se calle. Porque se acabará callando.

4) Pregúntate “¿Cuántas veces sucede esto”?

El 80% de las cosas que nos preocupan nunca acaba sucediendo.

Responder a la pregunta de este encabezado nos ayudará a minimizar nuestra preocupación y a resolver las dos claves que mencionábamos al principio: predicción y juicio.

Si piensas que la elección B es mejor que la A, te puedes preguntar: ¿Cuántas veces ha sucedido así? Por ejemplo, si estás pensando montar un negocio por tu cuenta y sopesas la posibilidad de fracasar en la nueva empresa versus quedarte en tu trabajo actual, te puedes preguntar: “¿Cuántos de los emprendedores que fracasan en su primer proyecto se arrepienten de haber abandonado sus trabajos anteriores”? Estas preguntas nos ayudarán a tomar perspectiva y a evitar los peligros de la denominada “visión interior”, estudiados por el premio Nobel Daniel Kahneman.

La peor decisión es la que no se toma. Evitemos la parálisis por análisis y una buena forma de hacerlo es mediante la búsqueda de datos objetivos.

Si has hecho todo lo posible por tomar la decisión correcta y aún así no puedes decidirte, no retrases la decisión por el miedo de tomar la decisión equivocada.

Decidir es de valientes.

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