Los JJOO de Río 2016 nos regalaron nuestra segunda mejor actuación tras los JJOO de Barcelona ’92, el éxito incontestable del deporte femenino español y numerosas imágenes que, como en cada cita olímpica, se quedarán para siempre grabadas en nuestra retina.
Una vez más, una de esas imágenes tuvo como protagonista a Pau Gasol, referente de nuestra selección masculina y quien ha llevado en volandas a sus compañeros hasta alcanzar la medalla de bronce.
¿Pero qué convierte a Pau Gasol en un líder tan ejemplar? Cuando alguien recibe tantas alabanzas de compañeros, entrenadores, rivales y público de forma tan abrumadora y mayoritaria, queda patente que sus cualidades tienen que ir mucho más allá de las estadísticas en la cancha.
Decía Jim Collins en su magnífico libro Empresas que sobresalen, que la clave que distingue a los líderes excelentes (de nivel 5, según él) del resto es la humildad combinada con un deseo feroz de lograr algo mucho más grande que nosotros. Esa mezcla de ambición y de propósito, de humildad personal con una intensa voluntad profesional (son ambiciosos para su organización –la Selección en el caso de Pau- pero son humildes para ellos mismos) hace de quien la posee un líder excepcional.
Uno de los ejemplos más impactantes de humildad del líder lo encontramos en el equipo deportivo más exitoso de la historia, los All Blacks de Nueva Zelanda (con más de un 86% de victorias). Cuenta James Kerr en Legacy cómo tras una victoria aplastante contra Gales en el Mundial de 2010, al entrar al vestuario tras el partido, dos de los jugadores veteranos del equipo cogieron un cepillo y comenzaron a barrer el suelo del vestuario hasta que quedó completamente limpio.
Mientras el estadio coreaba el nombre del equipo y la gente veía desde casa la repetición de las mejores jugadas, los All Blacks se dedicaban a limpiar el vestuario y a dejarlo como lo encontraron. Atónito, el periodista que estaba en el vestuario le preguntó al segundo entrenador por qué lo estaban haciendo y éste le contestó: “Estamos limpiándolo para que nadie tenga que hacerlo. Porque nadie cuida de los All Blacks. Los All Blacks cuidan de ellos mismos y limpian su porquería”.
Qué difícil resulta imaginar esta escena en cualquier otro deporte más mediático y con predominio de egos, ¿verdad?
Sin embargo, en un deporte muy mediático como el baloncesto, a ninguno nos sorprende que Pau Gasol demuestre esa humildad cuando dedica sus vacaciones a continuar formándose, cuando colabora con El País con su columna semanal o cuando desarrolla numerosas actividades a través de su Fundación. Un jugador que se preocupa por su futuro (y por el futuro de muchos) sin buscar excusas para realizar todo esto. “En mi casa siempre se fomentó que la educación era la prioridad».
Como bien decía el entrenador Graham Henry: “si tienes disciplina en tu vida, tendrás más disciplina en el campo”…. “no te va a hacer ganar siempre, pero sin duda te va a hacer mejor como equipo a largo plazo”. Ahí es nada…
Para Vince Lombardi, el legendario entrenador de los Green Bay Packers de la NFL, el liderazgo empieza en el autoconocimiento y el carácter, y el carácter empieza en la humildad. En el primer entrenamiento de la temporada de cada año de su dilatada carrera, Lombardi siempre comenzaba de la misma forma, agarraba la pelota y decía: “señores, esto es una pelota”.
John Wooden, el histórico entrenador de UCLA, ganó el campeonato de baloncesto de la NCAA durante siete años consecutivos. Al principio de cada temporada, se sentaba en el vestuario alrededor de los jugadores y durante un rato (que se hacía eterno) les enseñaba a ponerse los calcetines: Tened cuidado con la parte del talón, que no se quede ninguna arruga ahí…Si se queda alguna arruga, os saldrán ampollas y esas ampollas harán que juguéis menos minutos, y si jugáis menos minutos el equipo jugará peor y al final me acabarán echando a mí”.
Tanto Pau como los entrenadores Lombardi y Wooden se centran en lo verdaderamente importante: en hacer las cosas básicas bien, cuidar los detalles, cuidar al equipo y cuidarse a ellos mismos.
La verdadera excelencia empieza con la humildad, con la predisposición a “barrer el vestuario”, a darlo todo por el equipo y a entender (y hacer entender a los compañeros) que debemos liderar y servir en pos de algo que va más allá de nosotros (nuestro equipo, nuestra empresa, nuestra familia…).
Cuantas más causas sean por las que juegas, mejor jugarás (Gilbert Enoka).
Feliz semana,
Pedro Díaz Ridao
@pedrodridao
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